La ciudad cuna del turismo en España es ideal para salir o llegar
La cuna turística de Canarias y casi de España, visitada desde hace siglos por su clima curativo, representa una leyenda de obligada visita que incluso atrae aunque sea como salida de esta ruta por el norte de Tenerife. Sus numerosas tascas, bares y restaurantes, algunos con churros inolvidables, permiten salir perfectamente desayunados antes del trayecto. Remate costero del emblemático Valle de La Orotava, coronado por unas excelentes vistas al Teide, el Puerto es una ciudad abierta y cosmopolita que combina los encantos de su casco histórico, su idiosincrasia pesquera y su amplio comercio y gastronomía con sus atractivos costeros y una oferta hotelera variopinta. Además, cuenta con placenteros paseos y plazas tan acogedoras como la del Charco.
Su muelle antiguo, lleno de vida diurna e ideal para la partida; las ya míticas piscinas del Lago Martiánez, obra del artista universal César Manrique; su Playa Jardín con su histórico castillo, la de Martiánez y la de San Telmo se añaden a perlas patrimoniales como la iglesia de la Peña de Francia o atracciones como Loro Parque, uno de los zoos más visitados del mundo junto al célebre barrio de Punta Brava. Se puede partir de otros sitios para conocer el norte, pero pocos tienen tantos atractivos en tan poco espacio.
Uno de los cascos históricos más ricos con joyas de relieve mundial
Siempre con la vista al Teide a la derecha y la cordillera de Las Cañadas en frente, desde el Puerto de la Cruz se accede a La Orotava, municipio que da nombre a uno de los valles más conocidos de España, loado en su día por botánicos célebres como Alexander von Humboldt por su riqueza floral y geológica. La también conocida como Villa a secas, lo que deja clara su relevancia al anteponerse a otros municipios con ese título, tiene el valor histórico de ser el último reinado guanche (menceyato de Taoro) que se rindió durante la conquista castellana, que duró casi un siglo. En el ascenso desde el Puerto, la vista a la izquierda ofrece los dos millones de metros cuadrados del paraje protegido de El Rincón, ideal para conocer de cerca la platanera.
El casco histórico orotavense es uno de los más ricos y prestigiosos de las Islas Canarias. Entre otras muchas perlas, destacan la iglesia de La Concepción, la de San Agustín, San Francisco, San Juan y Santo Domingo, algunas con sus correspondientes conventos. También las plazas de La Constitución o del Kiosco, la del ayuntamiento y la de Franchy Alfaro, sin olvidar edificios de gran belleza, como el Liceo Taoro, e infinidad de casas patrimoniales que justifican de sobra el Bien de Interés General de este casco.
Asimismo, existen varias calles centrales empedradas (como La Carrera) y una ruta de antiguos molinos, algunos aún en funcionamiento, que antes operaban gracias a las canales con caída de agua. No se puede obviar la Casa de los Balcones, referente de la artesanía, y, por supuesto, el céntrico Jardín Victoria, una perla masónica de relevancia mundial que fusiona el saber de múltiples culturas y religiones, situado junto al Liceo Taoro y la plaza del Kiosco. Una parada que, si fuera por atractivos, daría para varios días.
Un palmeral de ensueño junto al Atlántico
Por la autopista que lleva desde La Orotava a Los Realejos, municipio limítrofe, se alcanza la entrada al casco realejero, pero la ruta aconseja seguir. La autopista se transforma entonces en una vía de un único carril que, tras atravesar el conocido túnel de San Vicente, lleva en muy pocos metros, y a la derecha, al mirador de San Pedro. Un mirador con tasca, pequeño hotel y un célebre restaurante con grandes vistas del litoral del Valle orotavense. Esta zona, sin embargo, regala unos pocos metros antes y con espacio para aparcar, uno de los tesoros del norte tinerfeño. Un palmeral escondido, al no apreciarse desde la carretera, alegra la vista tanto que solo dan ganas de bajar por el empedrado sendero.
Las numerosas palmeras disfrutan de la compañía de laureles de indias y otras especies en un rincón en el que se para el tiempo y en el que la palabra paseo y hasta respiración cobran mucho más sentido. El estanque situado junto al sendero; el sonido del agua en las atajeas y de infinidad de pájaros o aves, entre las que destaca palomas protegidas y endémicas como la rabiche; la casona situada en la parte más baja y lo que espera luego sencillamente invitan a callarse, caminar y disfrutar. Los diversos caminos, ya bifurcados, llevan a varios miradores o puntos con excelentes vistas. Unos lugares que, a la izquierda, muestran la sorprendente playa de Castro, cuya arena negra volcánica se agiganta en verano y con mar vacía. A la derecha, la playa de La Fajana, con las célebres ruinas del elevador de aguas, dan un toque misterioso impropio de este litoral escarpado, pero perfecto para usar al máximo la cámara de fotos y casi para inmortalizarlo en cuadro. Aunque no hay mucho tiempo, claro. Lo que queda es igual de atractivo.
Paradas perfectas para un baño, un pescado o un arroz caldoso
Desde Rambla de Castro, la vía regala en pocos segundos una impactante vista del noroeste. Los parajes protegidos de Tigaiga-Campeches y Barranco Ruiz refuerzan el valor natural de Los Realejos, aún más potenciado a la derecha con las plataneras y la playa de El Socorro, referente insular del surf. Tras atravesar varios y pequeños túneles, aparece el casco histórico de San Juan de la Rambla. Un lugar digno de parada por su accesible charco de La Laja, espectacular y perfecto para un baño rápido en el Atlántico, su iglesia y calles históricas.
Los atractivos de esta localidad aumentan si, justo en el enlace, y en vez de seguir recto hacia el casco, se toma la vía que baja a la derecha y lleva hasta la conocida zona de Las Aguas. Un enclave con grandes vistas del litoral que, como joyas, ofrece varios restaurantes muy prestigiosos especializados en pescados y arroces caldosos. Pocos lugares son mejores para almorzar.
Las mejores vistas del Teide junto a un drago milenario
Salir desde el casco de San Juan de la Rambla y volver a la carretera general es sencillo y se hace justo antes de un carril de aceleración. Un carril que, a la derecha, ofrece varias entradas a charcos de La Guancha que merecerían una parada si se dispone de tiempo (el del Viento, mucho más familiar, o el Azul, para personas más intrépidas). Tras atravesar el largo túnel de Santo Domingo, se llega ya al límite con Icod de los Vinos, donde la anterior vista del Teide, de por sí espectacular, se acrecienta hasta impresionar.
Al rico casco histórico icodense se puede subir por varias zonas, aunque la ideal y más corta es el enlace situado después de la bajada a la playa de San Marcos, de arena negra y principal en la zona. Los carteles de la carretera son poco confusos y facilitan el acceso hasta un enclave en el que sobresale el mundialmente famoso Drago Milenario. Un ejemplar espectacular de esta especie autóctona con un tronco de unos tres metros y una antigüedad aún no precisada del todo, aunque se calcula que cercana o superior a los 600 años.
El parque que alberga el Drago, con infinidad de sus hijos y otras muchas especies autóctonas, merece de sobra una parada. Además, se sitúa junto a la mejor plaza de Icod, la de Lorenzo Cáceres, con la iglesia de San Marcos y una arbolada, jardines, paseos y kiosco perfectos para tomarse un respiro. Este entorno se remata con varios inmuebles de gran valor patrimonial, numerosos bares, restaurantes y tiendas variopintas, sin olvidar el mariposario situado debajo de la plaza y muy cerca del Drago Milenario. Sin duda, un rato muy bien aprovechado.
Un tesoro patrimonial que combina historia, lava y mar
¿Puede un pueblo rebrotar de la lava? Sí. Se llama Garachico y, además, disfruta de uno de los cascos históricos más bellos de Canarias fusionado con una de las costas más acogedoras y visitadas. Tras el impacto del Drago Milenario y el casco icodense, la siguiente parada, en muy pocos minutos y con una espectacular vista a la derecha de plataneras, casonas y un malpaís volcánico en El Guincho, se debe hacer en el centro de Garachico. Un precioso pueblo costero que fue capital de Tenerife hasta que la erupción del volcán de Trevejo (1706) la arrasó y dejó huellas como el célebre Roque en medio del Atlántico.
Tras atravesar el moderno túnel de El Guincho, barrio donde también se puede detener el coche para comer en sus dos célebres restaurantes de pescados, el flamante nuevo puerto local, el Roque y el casco garachiquense componen una estampa preciosa. Aunque siempre lo ha sido, Garachico se ha consolidado en los últimos años como parada encantadora y obligada de la Isla Baja, uno de los tesoros tinerfeños más desconocidos.
Sus calles empedradas y peatonales, su convento e iglesia franciscana, el castillo de San Miguel, la coqueta plaza de La Libertad, sus selectos hoteles rurales y su amplia oferta gastronómica y comercial son acordes con las vistas de los acantilados de La Culata y los baños en el muelle antiguo o en el famoso Caletón, donde la lava refugia del ímpetu oceánico. Otra parada que vale para un día entero, o casi.
Historia, sol y caserío agrícola como gran contraste
El casco garachiquense lleva luego hacia la localidad vecina de Los Silos, con alguna posible parada en barrios costeros como La Caleta de Interián, de mucha fama por sus restaurantes de pescado. Aunque se puede tomar la vía de circunvalación, se recomienda pasar por la calle centra y empedrada del casco de Los Silos. Una coqueta población con espectaculares acantilados a la izquierda, donde se muestra y esconde el Monte del Agua, otra joya insular de la laurisilva y de creciente atractivo para el turismo de senderos, naturaleza y pausa. La plaza central, el convento y, sobre todo, la anexa iglesia de Nuestra Señora de La Luz se hacen acreedores de una agradable parada.
Más hacia el noroeste, se alcanza Buenavista. Un pueblo con playa, charcos, campo de golf, plaza e iglesia de Nuestra Señora de Los Remedios dignas de visita. Además, en esta zona parece que el sol quiere hacerse notar más. No obstante, la ruta aconseja también tomar la carretera que sube hasta la medianía local y girar a la derecha cuando se vea el cartel de Teno Alto. Este caserío resume perfectamente la relación de muchos canarios en el pasado, y aún en el presente, con la agricultura. En un enclave que contrasta con los paisajes previos, priman los cereales, los rebaños de cabras y ovejas y las impresionantes vistas del Parque de Teno. Un lugar ideal para acabar comiendo algo en el célebre bar y restaurante de la zona.
- Efterlad aldrig affald eller cigaretskod i de naturlige omgivelser. Rester af mad giver grobund for gnavere og vilde katte, som kan være til fare for dyrelivet.
- Anvend skraldespandene, og anbring så vidt muligt det allerede sorterede affald i den anviste container.
- Smid ikke objekter eller affald i havet.
- Respektér dyrene, forstyr dem ikke, og fodr dem ikke. Hvis du ser et såret dyr, kan du anmelde det på nødnummeret 112. Pluk ikke blomster og planter.
- Saml ikke sten eller andre naturgenstande, og tag dem ikke med hjem. Du bør heller ikke ændre på naturens orden ved at lave de berømte ”tårne” af sten.
- Under besøg på naturområder og udsigtspunkter bør man ikke bevæge sig uden for de tilladte områder.
- Respektér og beskyt stedets historiske og kulturelle arv, samt offentligt inventar og andre elementer som informationspaneler, teleskoper og kikkerter.
- Kør ordentligt og ansvarligt.